26 septiembre 2006

NUEVA VIDA JUNTAS

Teníamos que tomar una decisión y las dos lo sabíamos. Y la tomamos. Elegimos una ciudad parecida a la que teníamos y no demasiado lejos, puesto que como ya he dicho Lola sí tenía padres con los que se llevaba bien. Aprovechábamos los fines de semana para desplazarnos en busca de un piso, pero nuestro mayor problema era el cambio de trabajo que sin dudar teníamos que tener. Decidimos que sería yo quien se trasladaría en un principio, manteniendo ella el suyo, única forma de salir adelante que teníamos; una de las dos tenía que seguir manteniendo un sueldo.

Finalmente encontramos un pequeño piso. Aquel tipo de despedida fue uno de los peores momentos que tuvimos aunque ambas sabíamos que era algo momentáneo aunque también que podía prologanse varios meses, como así fue finalmente. Estuvimos un año en esas condiciones. Lola venía los fines de semana y a mí me preocupaba enormemente su cansancio de tantos kilómetros y que tuviera algún percance con el coche, aunque nunca le dije nada.

Lo cierto es que a pesar de todo éramos muy felices. Nos teníamos la una a la otra y cada vez estábamos más convencidas de que era para siempre.

Yo encontré un trabajo y puesto que disponía de todo el tiempo libre al tener turnos decidí que era tiempo de enfrentar con firmeza mis estudios. Cuando se lo comenté a Lola se llenó de entusiasmo. La semana pasaba con la vista puesta en el sábado que es cuando ella llegaba, ya que decidimos no llamarnos siquiera por teléfono para ajustar lo más posible los gastos. Se había puesto ya en venta el piso de Castellón y tan sólo esperábamos que apareciera un comprador oportuno para que Lola dejara su trabajo, puesto que con el mío y el dinero de la venta podíamos vivir hasta que ella encontrara algo.

Hacía casi un año que estábamos en esa situación, era sábado y yo esperaba ya impaciente su llegada. Empezó a tardar pero pensé que igual había parado a tomar un café o simplemente se le había pinchado una rueda; pensamientos tontos que trataban de contener mi impaciencia. Finalmente apareció. Estaba radiante. Nos besamos hambrientas la una de la otra; yo fui llevándomela hacia el dormitorio cada vez más nerviosa mientras ella se reía por lo bajo; de pronto me sujetó haciendo que la mirara directamente a los ojos y con una expresión realmente deliciosa en su rostro me dijo: ya está hecho. De momento no supe a qué se refería y pregunté. Su sonrisa se amplió y apretándome hacia ella me dijo muy bajito: el lunes ya no me tendré que ir.

Casi anochecía cuando por fín pudo contarme lo que había pasado. Tumbadas sobre la cama, reconozco que las dos completamente exhaustas y habiéndonos dormido apenas una hora, me contó que a principio de semana apareció un matrimonio interesado en el piso; les encantó lo que vieron y sobre todo el exquisito gusto con que estaba decorado (fruto únicamente de Lola), y como la venta del mismo se hacía tal cual estaba, aprobaron la compra casi al momento. El hombre era abogado por lo que los trámites se agilizaron sobremanera; únicamente quedaban algunos documentos por firmar pero la compra-venta estaba prácticamente finalizada. A Lola le quedaban unos días de vacaciones y había aprovechado para pedirlos dando al mismo tiempo el margen establecido para despedirse. Aún habría de ir algunas veces a ultimar, pero el camino hacia vivir juntas se acababa de abrir ante nosotras.

La semana siguiente no pude acompañarla ya que yo todavía no tenía derecho a vacaciones, por lo que aparte de ir a Castellón aprovechó para ir a casa de sus padres; tenía que contarles el cambio que iba a producirse en su vida, naturalmente sin hablarles de mí. A partir de entonces yo pasé a ser "su compañera de piso", aunque para ser sincera y mucho más adelante en que sí la acompañé varias veces, su madre, una buena mujer producto de otra época en la que ni siquiera existían, en ocasiones me miraba directamente a los ojos y sonreía; en alguna ocasión llegó a poner su mano en mi cara en una especie de caricia. Creo que sabía lo que pasaba o por lo menos algo imaginaba porque a veces la veía mirar a su hija, después a mí y sonreir suavemente. Lola se le parecía mucho físicamente y entre ellas dos había una complicidad dificil de entender, sobre todo por las diferencias casi abismales entre las generaciones de entonces.

Y así comenzamos nuestra vida en común, con muchos problemas sobre nuestras cabezas pero tan llenas de amor que estábamos convencidas que podríamos con todo. Lola era una mujer fuerte, segura, enérgica en ocasiones, impulsiva, vehemente; yo más tranquila, más miedosa, precavida... pero enamorada de ella hasta las entrañas.

2 comentarios:

  1. No hay ningún tipo de confusión en lo que mencionas, pero quizás sí haya sido mal explicado por mí. Yo nunca conocí a sus padres, a los dos; eso es lo que quise decir pero seguramente mal expresado. Pero a la madre sí llegué a conocerla porque cuando enviudó (y por suerte vivió aún varios años) Lola la trajo en ocasiones a casa y yo llegué a ir a la suya. Ten en cuenta que para la familia éramos únicamente compañeras de piso y amigas y por lo tanto no había nada extraño en que una hija se llevara unos días a casa a su madre. Es como cuando digo que Lola iba a casa de sus padres: a partir de un momento, el padre ya había fallecido... pero era la casa de sus padres; siempre lo fue y hablábamos de ella en esos términos.

    Puede que a veces confunda fechas o que al tratar de contar las cosas no las explique bien, pero no hay nada oculto y por eso no he tenido ningún inconveniente en poner tu comentario y aclarártelo. Siempre que tengas alguna duda estaré muy gustosa de aclarártela.

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  2. Puedes preguntar lo que quieras por aquí puesto que sólo otra persona de toda mi confianza (yo no manejo bien todo ésto) y yo vemos los comentarios antes de ser publicados, y únicamente yo apruebo o desapruebo, por lo que si quieres preguntar o decir algo que no quieras que nadie más lea sólo tienes que hacérmelo constar en tu mensaje.

    Gracias por la amabilidad de tus palabras.

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