06 septiembre 2006

LOLA

Llevo días con la convicción que no podré contar a Lola. No me refiero al momento de conocernos y a lo que sentí en ese mismo instante o a lo que sintió ella, si no describir lo que ha significado durante tantos años en mi vida. Hace ya un rato que no paro de dar vueltas en la cama y finalmente he decidido que aunque es tarde ya es tiempo de comenzar. A fin de cuentas no tengo que dar ninguna explicación a nadie porque hace demasiado tiempo que "ella" se fue.

Había encontrado un trabajo de dependienta en una tienda de ropa. Carmen debido a mi larga ausencia había tenido que buscarse otra acompañante y aunque me propuso recuperar mi antíguo empleo no quise puesto que en él ya había alguien. Trabajaba todo el día y por las noches estudiaba ya que me había propuesto no estar toda la vida de un lado a otro. Siempre me había gustado la enseñanza y hacia ella encaminé mis pasos creyendo que con la voluntad todo se conseguía. Qué equivocada estaba y lo supe en cuanto me dirijí a una academia: podía estudiar muchas cosas pero no Magisterio, no en clases nocturnas al menos, por lo que decidí puesto que no tenía otra salida que averigüar el modo de poder ir a clase. Mientras tanto y cuando llegaba a casa por la noche intentaba estudiar todo lo que me parecía podía hacerme falta más adelante.

A media mañana mi jefa solía salir a desayunar salvo en aquellos días en que no se encontraba del todo bien. El último hijo le había dejado dañado el hígado y en ocasiones tenía crisis. Entonces era yo quien se acercaba a la cafetería a traerle algo.

Hacía ya días que Rosa, mi jefa, no estaba bien, y la verdad es que empezaba a preocuparme su estado puesto que empezaba a notársele cierto desmejoramiento. En una de esas mañanas al entrar en la cafetería ví a una mujer sentada en una de las mesas. Fue como un mazazo. Dicen que los flechazos no existen pero yo me quedé hecha una tonta, parada y mirándola. En el momento en que yo entraba ella había bajado un poco el periódico que estaba leyendo, cogido la taza y al ir a beber me miró.

Describir a Lola es complicado para mí si intento ser imparcial porque siempre la consideré realmente preciosa. En aquel momento ví a alguien con el pelo oscuro, corto y algo rizado, de tez muy blanca y con una mirada... Supongo que alguien se reirá si digo que cuando sentí sus ojos en mí supe que quería hundirme en ellos. No sé por qué me sonrío suavemente y yo no supe si entraba o salía de aquel lugar. Cuando llegué al mostrador no recordaba qué me había pedido que le llevara Rosa. Al salir, queriendo aparentar seguridad y con la vista clavada enfrente de mí hubo un momento que no pude más y giré la cabeza hacia atrás: Lola estaba mirándome. De nuevo no supe hacia dónde caminaba y casi tropecé con alguien que en ese momento entraba. Cuando llegué a la tienda mi jefa notó que me pasaba algo y preguntó; salí del apuro como pude.

Al día siguiente cuando Rosa me pidió que fuera de nuevo a la cafetería casi dí un salto y salí tan apresuradamente que olvidé coger dinero y tuve que volver a toda prisa. Mi jefa me miró y sonrió abiertamente divertida por mi azoramiento y sin saber qué lo motivaba.

Cuando entré lo primero que hice fue mirar hacia la mesa. Allí estaba. Con el periódico a media altura y pendiente de la puerta. Ví que me sonreía y yo hice lo mismo. Así estuvimos un par de días más hasta que en uno de ellos Rosa me dijo que se sentía bien e iba ella a por su café. Creí morirme. Insistí en que si no se encontraba del todo repuesta iría yo, pero al parecer no la convencí. Me sentí la mujer más desgraciada del mundo.

Esa noche no me quitaba de la cabeza que le había "dado plantón", hasta que me dí cuenta de las tonterías que pasaban por mi mente. No la conocía, no sabía quién era y ya estaba cavilando que no había ido a una cita. Una cita de qué, con quién?. Me acosté tarde y cuando lo hice no pude dormir hasta bien entrada la madrugada.

A la mañana siguiente me desperté decidida a dejar de ser tan cría fantaseando. Cuando llegó Rosa le pregunté cómo se encontraba con el deseo que no estuviera del todo bien; sé que fuí ruín en aquel momento pero es lo que pensé con todas las fuerzas. A media mañana y como siempre marchó a tomar café.

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