27 septiembre 2006

MIGUEL ANGEL

No me resulta nada difícil hablar de Miguel Angel porque es una persona adorable, pero sí del momento en que supe de su existencia porque ello supuso el primer y único problema que tuvimos Lola y yo y el que casi provocó que yo la dejara.

Llevábamos ya un tiempo de relación y lo cierto es que no podía irnos mejor en todos los sentidos. Profesionalmente las dos teníamos un trabajo, y aunque el mío no fuera lo que había soñado siempre al menos tenía la esperanza de un futuro en el que sí lo lograse. En cuanto a nosotras, no había grandes discusiones puesto que a pesar de la impulsividad a veces de Lola, se veía compensada por mi prudencia.

Pero sí había algo que desde el principio me había preocupado. Un día al principio de nuestra relación le pregunté y su respuesta fue tajante: cuando sea el momento te hablaré de ello. Eso, conociéndola, era un no rotundo... de momento. En otra ocasión volví a preguntar, sobre todo cuando me di cuenta de la coincidencia de fechas; me miró con lo que supe era dolor y un simple "ahora no" hizo que no insistiera. Era algo que teníamos muy claro las dos: el respeto mútuo.

Se acercaba Septiembre y yo sabía que durante un par de días Lola desaparecería sin más. Lo había hecho desde que la conocía, al igual que lo repetía a primeros de Enero. Seguramente había más fechas, pero las únicas que yo había podido constatar eran esas dos. Ya vivíamos juntas por lo que intuí no estaba lejano el día que me explicara dónde iba y para qué.

Aquel domingo decidimos quedarnos en casa como hacíamos a menudo. Lola estaba extraña, apenas hablaba; le pregunté en varias ocasiones pero su "no me pasa nada" era casi hermético. Habíamos salido por la mañana a dar una vuelta pero quiso que volviéramos al poco rato. Comimos en silencio mientras yo no paraba de mirarla intentando adivinar qué le ocurría. Ya sentadas me miró, esbozó una sonrisa y comenzó a hablar.

Al principio no entendí lo que quería decirme puesto que daba muchas vueltas con las palabras, y ella no era así. Me habló de las locuras que se cometen cuando se es muy joven. Pensé que se refería a esos años en los que fue una rebelde inconformista y ello le valió mucho sufrimiento, pero enseguida me dí cuenta que no iba por ahí la cosa. Y entonces sí que ya no entendí nada.

Tenía un hijo. Llevábamos algo más de dos años de relación y tenía un hijo. Yo estaba enterándome en aquel momento. No dije nada, simplemente me quedé mirándola mientras intentaba escuchar lo que decía.

Tenía 19 años y a esa edad había que tener novio porque si no te tachaban de "rara" y cualquier comentario era posible; y para quien no lo sepa, en aquellos tiempos lo peor que le podía pasar a una mujer es que hablaran de ella. Lola creyó enamorarse de un chico al que ya conocía algún tiempo y cuando él le pidió "relaciones" ella dijo sí. Al poco él comenzó con intentos que cualquier chica decente de la época decía "no". Algo que se utilizaba mucho era "pues eso es que no me quieres", dicho por ellos naturalmente. Algunas chicas ante la insistencia de sus novios cedían, en parte porque les creían y pensaban que no estaban demostrándoles su amor y por otra por pura curiosidad ante un sexo que estaba escondido, era pecaminoso y del que nadie quería hablar. Como en ocasiones ellos no tenían demasiado control a los dos ó tres meses -dependiendo de lo que se le notara a la muchacha- en casa había un disgusto tremendo llegando incluso a la expulsión de la misma de la chica.

Cuando los padres de Lola supieron que estaba embarazada no hicieron nada que no habría pasado en cualquier otro hogar, a diferencia de que no hubo expulsión, pero sí un dirigir la vida de la joven madre y posteriormente del crío. Y nació Miguel Angel. Fue inscrito como hijo de sus abuelos (práctica habitual en la época) pasando a ser oficialmente hermano de Lola. Cuando tuvo la edad pertinente ingresó interno en un colegio de la capital, y allí seguía cuando yo me enteré de su existencia. Por aquel tiempo el niño tenía diez años.

Cuando terminó de hablar se hizo un silencio que se podía cortar. Lola permanecía con la cara mirando hacia el suelo. De pronto me dí cuenta que me había estado ocultando una parte de su vida, una parte importante, y sentí que me había engañado. Con ese pensamiento empecé a hablar, subiendo la voz y mi acaloramiento conforme avanzaba. Lola trató de parar lo que estaba claro se le venía encima pero ya era imposible callarme. Ni siquiera el que aquella mujer fuerte a la que amaba empezara a llorar hizo que me controlara. Me sentía herida, estafada. Durante dos años había vivido para ella y ahora descubría que tenía algo tan oculto como un hijo.

Esa noche dormí en el sofá. La escuché llorar toda la noche cuando yo conseguía parar de hacerlo. A la mañana siguiente intentó que habláramos pero yo no quería escucharla, estaba rabiosa contra ella. Así estuvimos creo recordar que dos días hasta que finalmente accedí a que nos sentáramos para aclarar la situación. Habló sin parar, y yo la escuché. Cuando terminó lo único que dije fue "quiero conocer a ese niño". Todavía no sé por qué dije aquello, ni siquiera para qué, pero lo dije. El sábado siguiente fuimos a verle.

Era un crío con mirada algo asustada, físicamente se parecía mucho a Lola. Hablaba siempre mirando al suelo, supongo que algo aprendido a base de disciplina. Hubo un momento muy emotivo y fue a nuestra llegada, cuando apareció Miguel Angel y vió a su "hermana"; fueron los únicos instantes en que le ví distendido al echar a correr hacia ella y casi saltarle encima. En esa fracción de segundo miré a Lola: la expresión de su cara es algo que no olvidaré nunca; no se puede ser más feliz que lo que demostraba mi mujer. El niño, solemnemente, me dio la mano al ser presentados y no me atreví siquiera a darle un beso.

Cuando volvimos a casa ninguna de las dos habló durante bastante rato. Finalmente le dije a Lola: "necesito tiempo para asimilar todo esto". No dijo nada. A partir de ese día y si algo grave no sucedía fuimos a ver a Miguel Angel todos los sábados. Nuestra relación se resintió hasta tal punto que hablamos de separarnos; yo seguía enfadada con ella y lo que era peor, sintiéndome estafada y ningún razonamiento hacía que aquello cambiara dentro de mí.

2 comentarios:

  1. ooops, que fuerte!!!estoy saliendo a un viaje largo, y que curiosidad por saber si habias escrito sobre MA. Te leeré, los proximos 15 días, desde el occidente en América...
    Un beso y buen viaje para mí ...jajaja risa infinita

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  2. :O
    no tienes un correo porqe no
    tienes qe nadie te escriba? XD
    pues aca hay mucha gente qe quiere
    conocerte, claro yo tb :)

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