16 octubre 2006

LA TORMENTA

Amparo era una mujer resentida que cuando se sentía rechazada se juraba a sí misma su venganza. Aparentaba desde el principio ser alguien cálido y sin ningún problema personal, no al menos a la vista, pero a partir del suceso de aquella noche se vio claro que no la conocíamos ni Lola ni yo. Seguía siendo la misma en su comportamiento y en su trato salvo que la "dedicación" se volcó en atenciones hacia Lola y el niño, pasando yo a ser alguien sutilmente ignorada. Me sentí aliviada por ello pensando que aquello había sido realmente un impulso y nada más.

Un día, no recuerdo si era alguna fiesta o simplemente domingo y que estábamos todos en casa Miguel Angel quiso salir un rato a jugar; teníamos un pequeño parque casi a pie de ventanal. Lola andaba terminando de hacer la comida, Amparo leía el periódico y yo dije que me llevaba al crío. Mi mujer respondió que luego bajaría ella también. Cuando lo hizo al cabo de un rato su expresión era extraña: me miró de una forma que no entendí pero no quise preguntar nada delante del niño. Cuando regresamos a casa para comer su gesto no había cambiado y yo ya no tenía ninguna duda que algo pasaba.

Llegada la noche y después que el niño se fuera a la cama, casi pareciendo habernos puesto de acuerdo nos fuimos yendo a los dormitorios. Amparo se quedó en casa esa noche. Nada más cerrar la puerta de la habitación pregunté a Lola qué le pasaba; con la mirada perdida me dijo que nada pero ya hacía tiempo que nos conocíamos e insistí.

No voy a entrar en demasiados detalles sobre lo ocurrido esa noche, porque fácilmente cualquiera lo puede ya haber imaginado. Amparo, cuando yo bajé al parque con el niño, le había "insinuado" a Lola que yo había dado unos avances hacia ella. Mi mujer me juró y perjuró que no había creído nada de todo eso, pero era humana y un pequeño atisbo de duda le quedó. Que nadie diga que no tenía que haber dudado nunca; por mucho que ames a una mujer, por mucho tiempo que lleves con ella, siempre puede haber alguien que haga te tambalees. Hablamos durante toda la noche hasta que finalmente volví a ver esa mirada de Lola cuando dirigía sus ojos hacia mí.

Al final todo quedó en un mal sueño, pero Amparo salió de nuestras vidas.

13 octubre 2006

MI TIEMPO SIN TI

Siempre he tenido la sensación que la felicidad ajena no interesa a nadie. Cuando alguien cuenta que está bien, que no tiene grandes problemas en la vida o despierta envidias o simplemente no importa lo que diga. Es como si el ser humano tuviera en sus "bajos fondos" el instinto morboso de regodearse sólo en los malos tiempos del otro para sentirse mejor uno mismo. Dicen que el hombre es el único animal que es más depredador que el más cruel de los depredadores, y a veces pienso que es cierto. Cuando vemos, leemos que alguien está mal, salvo una minoría que suele acompañar y consolar, la mayoría (o al menos es lo que se ve en lugares públicos) nos alegramos como si ese lamento ajeno engrandeciera la pequeñez de nuestras vidas. Ojalá nunca llegue a comprender el por qué de esos mezquinos sentimientos.

Durante algunos años la vida entre Lola y yo fue lo que puede llamarse "rutinaria", entendiendo como tal el que no había grandes problemas ni altibajos en nuestra vida en común. El amor iba acrecentándose, incluso cuando parecía haber tocado esa línea invisible que se llama "meta". Miguel Angel, al que habíamos traído más cerca, estaba ya en un colegio externo y vivía con nosotras; algo en su carácter, antes huraño y retraído había ido cambiando supongo que al sentirse querido y protegido. Era un niño despierto y más maduro de lo que correspondía para su edad, posiblemente debido a lo extraño de sus circunstancias anteriores, pero con una ternura increíble en cada gesto. Reconozco que no me resultó nada complicado quererle, por ser de Lola y por él mismo.

Teníamos nuestra propia casa, trabajos que nos permitían vivir con cierta holgura y sobre todo y lo más importante: habíamos creado un hogar juntas y con un niño creciendo lleno de salud. En ese tiempo sólo hubo algo que enturbió de tal modo que todavía hoy no entiendo cómo pudo pasar.

En el colegio donde Lola y yo seguíamos trabajando había una compañera que nos cayó bien a las dos desde el principio. Vivía sola y solía ser muy reservada a la hora de contar nada de su vida pasada. El caso es que poco a poco nos fuimos acercando las tres y algunos fines de semana venía a casa a comer; luego y por empatía también al niño las tertulias se fueron alargando hasta que se hizo incluso habitual que se quedara a dormir algún sábado por la noche en casa.

Uno de esos días Miguel Angel que ya andaba resfriado tuvo una fuerte subida de fiebre; como no conseguíamos bajársela le llevamos al hospital. Estuvieron atendiéndole hasta que en un momento dado el niño perdió el conocimiento con la consiguiente alarma de todos; al parecer le había dado una bajada brusca de glucosa; la doctora nos aconsejó que lo ingresáramos aquella noche más que nada para tenerlo en observación, asegurándonos que no había ningún otro motivo para asustarnos; naturalmente el niño quedó instalado en una habitación del hospital y Lola se empeñó en ser ella quien se quedara. Yo andaba algo resfriada también por lo que insistió en que me fuera a casa, que las dos allí no hacíamos nada; la amiga común que había venido con nosotras al centro hospitalario hizo causa común con Lola y al final tuve que acceder.

Regresamos a casa Amparo y yo. Cuando salí de la ducha ya había preparado algo para cenar; no me apetecía nada pero tampoco quería hacerle un desaire, así que con la mente puesta en el niño y en Lola comí algo. Al rato indiqué a mi amiga que me iba a la cama: no tenía cuerpo para alargar la noche con ninguna conversación y aunque sabía que me costaría dormir, prefería estar sola. Amparo se quedó en el salón.

Estaba con la luz del dormitorio apagada ya y abrazada a la almohada de Lola cuando sentí que había alguien en la habitación. No había cerrado la puerta aunque tampoco había demasiado que esconder y más estando sola. Sentí la voz de Amparo: "sé que estás despierta". Alargué la mano intentando alcanzar la lamparilla para encender la luz pero noté que me la cogía. Intenté incorporarme y la sentí sentarse a mi lado; le pregunté si le pasaba algo, si se encontraba mal... y le escuché decir "te quiero". No tengo muy claro lo que sucedió a continuación porque todo ocurrió rápidamente: sé que la sentí sobre mí y que rodé hacia el lado donde dormía Lola, salté de la cama y llegué al interruptor de la luz, encendiéndola. Amparo estaba caída en mi lado de la cama y me miraba sorprendida. Mi "fuera de aquí" sonó destemplado y fuerte.

Apenas pude dormir esa noche aunque tenía, entonces sí, el pestillo de la puerta echado. Le di cien vueltas a lo ocurrido y repasé desde el mismo momento en que Amparo y yo habíamos hablado por primera vez hasta esa noche, intentando averiguar en qué momento podía ella haber interpretado equivocadamente mis muestras de afecto. Cuando salí dispuesta a dirigirme al hospital a por Lola y el niño y me la crucé en la cocina ni siquiera le contesté a sus buenos días. Empezó a querer explicarme que teníamos que hablar; le dijo que no, que me iba a ver a mi mujer y al crío.

Durante algunos días no supe si contárselo a Lola; me dolía que una amistad de tiempo se rompiera de esa forma y no tenía claro qué hacer. Amparo parecía la de siempre y nada indicaba que hubiera pasado nada extraño entre nosotras. Tuve la sensación de que todo aquello había sido un mal sueño, una pesadilla. Finalmente decidí dejarlo pasar y olvidarlo puesto que en realidad no había pasado nada y posiblemente Amparo se había dejado llevar por un impulso. Un error lo comete cualquiera, pensé. No sabía que era yo quien lo estaba cometiendo.

12 octubre 2006

MIS DISCULPAS

Al parecer, y haciendo no sé qué en la plantilla del blog (eso me dicen) han sido borrados todos vuestros comentarios, y están tratando de recuperarlos. Tened un poco de paciencia porque están tratando de arreglarlo. En cuanto me dejen el ordenador libre volveré.

Gracias.

05 octubre 2006

NOTA

Si mirais los comentarios habidos en el mensaje inmediatamente anterior a éste, podreis comprobar que alguien haciéndose pasar por mí ha dejado un comentario en el blog de Judith, el cual ha provocado su malestar. Si mirais hacia dónde se dirige ese comentario (pinchando en su web, repito que en el blog de Judith) vereis que aunque similar en cuanto a formato y nombre, ese plagio no tiene nada que ver con este blog que estais leyendo.

Añadiré algo más: entro en vuestros blogs a leeros pero hasta el día de hoy no he hecho ningún comentario en ellos desde que estoy en este nuevo lugar. Por lo tanto cualquier texto en el que figure un nombre parecido al mío es simplemente un mal plagio.

Ya estando en el primer blog que tuve hubo problemas con dos indivíduas que se han empeñado en desprestigiarme ellas sabrán por qué. No voy a citarlas ni a ellas ni a sus blogs porque no merece la pena, pero si ellas son la representación de las mujeres lesbianas actuales (cosa que no creo) he de decir que siento una gran vergüenza y una enorme pena. La misma dictadura que hubo hace años sigue existiendo ahora, y lo que es peor: viene de gente a las que personas de mi edad dieron la libertad y el derecho a expresarse de que hacen gala hoy día, para intentar destrozar todo aquello que es diferente a ellas, en este caso la edad.

Pensé que ahora que todo el mundo proclama que somos libres, podría serlo yo. Lo dije al iniciar este blog: sólo quería contar lo que había sido mi vida, sin ningún afán de protagonismo puesto que nunca hice publicidad de este lugar. No era una vida heróica en ningún sentido, pero era la mía. Y quería contarlo de una forma anónima porque pensaba que era mi derecho el hacerlo cuando y como quisiera. Jamás he molestado a nadie con ninguno de mis textos. Quien ha querido leer lo ha hecho, y quien ha querido comentar, también, a pesar de que durante un corto espacio de tiempo limité esas respuestas, de nuevo enfadada por esas dos mujeres... que sinceramente dudo que lo sean, porque ser mujer es tener la suficiente sensibilidad para vivir y dejar vivir.

Lo diré una vez más: este es el único blog que tengo actualmente, habiendo comenzado esta andadura en el de Chueca que ya no existe. Soy mujer desde que nací y lesbiana porque jamás he amado a ningún hombre y sí a una mujer. Mi único amor fue Lola de la que incluso esas dos energúmenas se permitieron mofarse, y no voy a pedir disculpas por lo de energúmenas puesto que ellas nunca pidieron perdón por su ofensa.

No he mentido en nada de lo que aquí he contado porque no había ninguna razón para mentir, y nada de todo eso es invención de nadie. Cada palabra la he vivido junto con la mujer que amé y amaré siempre. No tengo que demostrar nada a nadie y menos a dos extrañas cuya maldad espero que algún día paguen. Nunca he deseado mal a nadie, nunca en mi vida, pero espero que alguien en algún lugar les devuelva todo esto, porque no se puede ser tan indeseables, tan rastreras, tan ruínes y tan malintencionadas como esas dos "señoras".

Dejo este blog y lo que en un principio fue el sueño de escribir algo que era solo mío. No volveré a escribir en ninguna parte (lo aviso para que no se molesten en buscarme) porque han conseguido eliminar ese deseo. Espero que al menos disfruten de "su victoria".

Al resto de amigos y amigas que me siguieron hasta aquí y que han seguido haciéndome llegar su afecto, mi más sincera gratitud. No sé si será entendible mi decisión, pero lo dije una vez: no estoy dispuesta a tener disgustos por ejercer mi derecho, y mucho menos y eso ha sido la gota que ha desbordado el vaso, que se moleste con comentarios improcedentes y haciendo creer que son míos, a personas cuyo único pecado era venir aquí a leer. Y no es la primera vez que eso sucede.
A pesar de todo lo ocurrido ha sido un honor vuestra presencia y el haberme permitido leeros y saber de vosotros. Gracias de nuevo por vuestra amabilidad.


Lesbiana de 70 años

SER MUJER

No era fácil ser mujer en aquellos años. La sociedad estaba instaurada de forma que el hombre era quien mandaba dando la última palabra, y bajo esa autoridad estaba la mujer, siendo esposa, hija, trabajadora...


Pero algo estaba cambiando y en una ciudad de provincias como la nuestra eso también se notaba aunque más lentamente. La televisión, con su blanco y negro y dos cadenas públicas no daba demasiada información veraz, pero de vez en cuando se colaba alguna "carrera" de universitarios perseguidos por los "grises". Todavía tardaría algunos años la televisión en color y cuando llegó era prácticamente inasequible para la mayoría por su precio.


Las mujeres teníamos pocas salidas laborales ya que el convencimiento de que estábamos destinadas para el matrimonio hacía que el trabajo casi fuera considerado como algo eventual y transitorio. Las organizaciones reivindicativas, incluída en la que estábamos nosotras, salvo algún añadido "feminista" en su título de presentación, poco o nada daban a indicar sobre alguna pretensión sexual distinta a la establecida; haber querido indicar algo como "lesbianas" hubiera sido sinónimo de demasiados problemas, dentro y fuera de casa. Lola y yo éramos, ante el mundo, "primas" y así seguimos hasta casi el final de nuestra relación.


Hacia finales de esa década, la de los 60 e iniciando los 70 (no recuerdo exactamente el año), hubo dos películas que marcaron un antes y un después. Una lo hizo para los españoles en general y otra para nosotras las mujeres. La primera fue "Un tango en París" y la segunda "Helga".


La avalancha de gente, incluso haciendo excursiones en autobús a Francia, para ver "Un tango en París" fue de época. Los comentarios en cualquier parte eran constantes de quienes habían ido a verla, de quienes no e incluso de aquellos que sin haberla visto la contaban. Y todo el mundo presumía también de haber practicado lo que en ella se veía.


La otra película impactante de la época fue sin duda "Helga", que en realidad era un documental con metraje largo. Si no recuerdo mal la primera en hacer su aparición en los cines fue "Helga", ya que su promoción era la de que por fin se veía entero y sin tapujos el cuerpo de una mujer. Lola y yo hablamos de si ir a verla o no. Nos gustaba mucho el cine aunque no había demasiado surtido salvo en los cines "de arte y ensayo" de los cuales solo había uno en nuestra ciudad, por lo que el repertorio peliculero era más bien escaso. Fuimos a ver "Helga" y lo digo como fue: porque nos dijeron que se veía el nacimiento de un niño. Y lo había. Lola se emocionó mucho.


Recuerdo que nada más salir la imagen de la mujer desnuda, nada obscena por cierto, el cine se quedó prácticamente vacío. Todos los hombres que había en el patio de butacas, la inmensa mayoría solos, se levantaron marchándose. Estaba claro que no les interesaba más que un aspecto de la película. Fue triste contemplar aquella desbandada, pero es lo que había.


Por aquel entonces vino a la ciudad una mujer que ya provocaba controversias: Lidia Falcón. Mucho más tarde, ya entrados los 80 fundaría una asociación feminista de máxima raigambre, y sobre todo mediados los 70 una revista que hizo furor entre nosotras por ser la primera que hubo de aquel tipo: Vindicación feminista. Lidia dio una pequeña conferencia, más bien charla, a la que acudimos todas en pleno. Me gustó los planteamientos que esgrimía aunque no la dureza con la que los expuso; era peligroso en aquellos años "gritar" tanto. Durante mucho tiempo en nuestra asociación se habló sobre aquella charla como el inicio de un todo, aunque realmente no movió nada porque aún no era el momento de hacerlo.


Y llegaron los hippies, aquellos melenudos con barba que proclamaban "haz el amor y no la guerra" y que nos enseñaban algo llamado LSD que nadie sabía muy bien para qué servía.


Lola y yo seguíamos adelante con nuestra relación. Habíamos conseguido, sobre todo yo, estabilizar aquel disgusto que habíamos tenido (con mi "descubrimiento" de Miguel Angel), lo hablamos muchísimo e hicimos las paces. El niño era una delicia e íbamos a verle todas las semanas, estando con nosotras en casa cuando tenía vacaciones por pequeñas que estas fueran. La realidad es que éramos una familia y las dos nos sentíamos orgullosas de lo que estábamos creando. Sólo teníamos un par de problemas: que Lola empezó a pensar en que su hijo constara como suyo... y la señora Pepita, nuestra vecina.

02 octubre 2006

MI AMOR POR ELLA

Describir mi amor por Lola es como coger el mar con las dos manos o abrazar al campo. Lo que sentía por ella parecía no tener final porque cada día se acrecentaba más. Dicen que la convivencia, por lo que tiene de rutina, suele ir matándolo todo o al menos aminorándolo. En nuestro caso y creo que puedo hablar por las dos no sucedía así. Era sentir el corazón en la garganta cuando escuchaba abrirse la puerta y simplemente había bajado a por el periódico, era morirme cuando estando en la cocina venía por detrás y me abrazaba, era subir al cielo y colgarme de una nube cuando me miraba como me miraba.

Se había dejado el pelo un poco más largo de lo que lo llevaba normalmente y estaba guapísima. Debido a la vida sedentaria las dos habíamos engordado un poco más, pero donde a mí me habían aumentado las caderas a ella le sentaba de volverse por la calle. Porque la miraban, vaya si la miraban, y eso a veces yo no lo llevaba demasiado bien; supongo que eran esas tonterías que todas tenemos alguna vez, pero que en ocasiones hacían que me pusiera de malhumor.

Ya dije en una ocasión que no iba a contar cómo era nuestra vida más íntima porque siempre he pensado que eso pertenece a la vida de las dos. Quizás por eso mismo nunca me han gustado los cotilleos en el trabajo sobre ese tema, pero es algo con lo que tienes que aprender a vivir porque no todo el mundo piensa igual. Pero sí haré mención de que hay un momento, un punto en la relación en que te das cuenta que se termina todo lo que sabías, y a tu compañera le pasa igual; y es entonces cuando se habla y se inician caminos juntas, aprendiendo, investigando y sobre todo riendo. Siempre he dicho que la risa, la alegría es lo que debe imperar en una relación. Y nosotras nos reímos mucho en aquella etapa que duró años de descubrir cosas, incluso algún que otro objeto, juntas. Supongo que todo eso ahora estará más avanzado, pero en aquel tiempo aparte de ser pecado siempre, era muy difícil encontrar un comercio apropiado salvo en las grandes ciudades, y desde luego impensable que una mujer entrara en un lugar de aquellos a comprar algo, por lo que tuvimos que recurrir a un modo de compra que la mayoría de las veces era un simple fraude: los anuncios por prensa.

En algunos periódicos aparecía una página con toscos dibujos sobre lo que la empresa en cuestión vendía. Sólo necesitabas para comprar un apartado de correos ya que el producto te lo mandaban allí contra reembolso si no querías recibirlo en tu casa, y naturalmente adquirías el consabido apartado. Entre esas ofertas había de todo: desde una especie de faja para problemas de espalda, cremas que rejuvenecían hasta convertirte en una niña, planchas que lo hacían todo solas con el mínimo esfuerzo, artilugios que solo con ver su dibujo provocaban la carcajada... y naturalmente objetos para un sexo aventurero. Y ahí es donde entramos nosotras aunque tengo que decir que más fue un juego que la realidad de querer probar con aquello; pero lo cierto es que finalmente sí hicimos uso de algunas de las cosas que compramos.

Había también otro tipo de propaganda que solía aparecer en el buzón, más dedicada al sexo sobre todo masculino pero que solía tener un pequeño apartado que daba la sensación de ser únicamente para viciosas, ya que no se concebía demasiado bien que las mujeres pudiesen tener esas apetencias.

Lola siempre había sido más reivindicativa que yo, y por ello un día llegó a casa diciendo que nos íbamos a apuntar a no sé qué feminista. No le hice demasiado caso la verdad, pero insistió (y solía ser muy insistente) hasta que consiguió aceptara. Un sábado por la mañana fuimos las dos, ella completamente entusiasmada porque una compañera del colegio le había estado contando cómo funcionaban en aquel lugar. Yo seguía teniendo mis reservas pero no era cuestión de discutir por darle el capricho. Creo haberlo dicho ya: yo era más prudente y menos impetuosa.

El caso es que acabamos teniendo un carnet donde decía que éramos socias de aquella organización. En aquellos años el comentario en la calle era que las feministas eran marimachos todas y que lo que en realidad necesitaban era un buen polvo y un montón de hijos. Esos comentarios, la mayoría de las ocasiones eran hechas por hombres, pero con el apoyo casi incondicional de las mujeres honradas y decentes de la época, que criaban a sus hijos de una forma y a sus hijas de otra. Porque no olvidemos que en aquel entonces quien en realidad educaba era la madre, y quien en definitiva marcaba las directrices de lo que esos niños serían más tarde. El padre ordenaba pero la madre era quien en realidad solía dirigir.

Durante aquellos años (me estoy refiriendo a 1966 hasta bien entrada la década de los 70) las chicas no podían, por poner un ejemplo, ir a trabajar con pantalones; se utilizaban de vez en cuando, en tiempos de ocio y sobre todo las más avanzadas, porque enseguida te colocaban alguna etiqueta que indicaba tu masculinidad. Las faldas empezaban a recortarse pero no demasiado. Las más jóvenes podían enseñar casi la rodilla, pero las que teníamos algo más de edad llevábamos el dobladillo hacia la mitad de ella. Para las señoras más maduras se pusieron de moda los estampados de flores predominando el color oscuro (generalmente negro) como fondo. Por último causaron furor los jerseys que al llevarse puestos se acoplaban al cuerpo y que escandalizaron a las madres mientras las adolescentes rellenaban sus sujetadores para aparentar más pecho. Recuerdo que Lola me regaló uno de aquellos niquis que sólo fui capaz de ponerme para estar en casa, con la consiguiente risa de mi mujer.