12 septiembre 2006

LEY DE VAGOS Y MALEANTES

Problemas con el anterior blog han provocado el cambio de ubicación. Ahora parece más sencillo puesto que ni siquiera hace falta que venga a él para escribir: puedo enviarlo todo desde mi Word, y eso hace que me sienta algo más cómoda. Esperemos que esos otros problemas de lentitud y de pérdida de textos no se repitan aquí.

Gracias a quien se ha preocupado de poner este lugar en orden, haciéndomelo fácil como siempre.

Hay cosas que aún no he contado, pasando por ellas de puntillas y temiendo sacarlas a la luz. No sé si finalmente seré capaz de hacerlo o no, aunque el empezar a escribir todo esto precisamente fue para eso: para quitarme algunos fantasmas que siempre han estado ahí. Mucha gente tiene cosas ocultas, de su niñez, de su juventud, que jamás ha contado a nadie y que ni siquiera sabe si en realidad ocurrieron o fueron fruto de su imaginación, aunque un niño nunca suele tener fantasía en según qué puntos.

Pero dejando que eso, como muchas otras cosas en la vida, maduren y caigan solas, sí quisiera hoy, someramente y sólo como mención, hablar de la Ley de Vagos y Maleantes que imperaba en los años sesenta.

En aquella época y como es sabido Franco era quien gobernaba con mano férrea España. Los que estaban en el poder o cercano a él nadaban en una abundancia que rayaba la obscenidad. Las "señoras de" mostraban sin ningún recato sus pieles y joyas en el Nodo mientras el pueblo casi pasaba hambre. Un trabajador de la época podía perfectamente no llegar a ganar ni mil pesetas al mes como salario por interminables horas, horas que es cierto estaban reglamentadas pero que prácticamente nadie cumplía. Se premiaban a las familias que tenían 18 ó 20 hijos como modelo de lo que era una típica familia española, y lo habitual es que los chiquillos se pasaran el día en la calle, siendo muy pocos los escolarizados. La enseñanza pública era para los más pobres, y la privada tan cara que ningún niño de familia trabajadora podía llegar a ella. Lo habitual es que al llegar a los doce años te pusieran a trabajar, siempre de tapadillo porque era ilegal, y a los catorce fueras todo un experto en esconderte cuando llegaban los inspectores del sindicato amarillo a tomar café con tu jefe.

La ley de vagos y maleantes trataba por igual a los ladrones, asesinos, mendigos, maricas, tortilleras... Siento profundamente emplear estos términos pero por aquel entonces no existían las definiciones de homosexuales, gays ni lesbianas. Simplemente eran unos desviados a los que había que volver al buen camino a cambio de palos y vejaciones.

Cuando una chica llegaba a casa diciendo que estaba embarazada (casi siempre por su novio que la había convencido de "entonces es que no me quieres"), si era de clase humilde solía ser arrojada de su casa porque era la vergüenza de todos y la deshonra de la familia. Cuando a una chica se le "ponía la lengua encima" (dejaba de ser "honrada") ya no podía quitarse esa mancha nunca a no ser que desapareciera emprendiendo una nueva vida en otra parte, y comenzar una vida en otro lugar, sola, sin dinero y posiblemente esperando un hijo muchas veces no tenía más que un lugar al que ir: la prostitución.

Cuando por el contrario a una chica se le "veían" maneras que denotaban no era "normal", porque le gustaban otras chicas... podía ir a la cárcel, puesto que se le aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes. Y si iba a la cárcel... posiblemente allí fuera maltratada, vejada, humillada... y violada, no siempre por un hombre.

Nunca fui a la cárcel, ni por esa ni por otra razón, pero Lola sí.


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