27 julio 2006

LA PRIMERA

Durante algo más de tres años y he de reconocer que siempre era Angela quien tomaba la iniciativa de vernos por la noche (yo por aquel entonces era muy miedosa) nadie supo lo que pasaba entre nosotras. Nos pillaron, claro que sí, pero tardaron y eso hizo que yo cada vez estuviera más enamorada de ella.

Después de aquel primer beso y de esa noche en la que no pasó nada, llegó la siguiente. Yo estaba muy nerviosa esperando que dieran orden de apagar las luces. Estaba en la cama con aquel áspero camisón y la sábana hasta el cuello. Sentía mi cuerpo, tenía no recuerdo si ya cumplidos o no los 25 años y todo lo que sabía era que una novicia me abrazaba por las noches. Todavía hacía algo de frío aunque el calor durante el día ya se dejaba notar, pero había apartado a un lado la manta. Me bastaba con Angela. Aquella noche yo estaba más inquieta que de costumbre y no sabía por qué.

Finalmente se hizo el silencio y apagué la luz. Escuché cómo todos los ruídos del convento se acallaban. Nunca la oía llegar, no sé cómo lo hacía pero siempre sabía que estaba cuando ya casi la notaba conmigo. Sentí sus manos sobre mi cuerpo y cerré los ojos. Me volví, quería verla, quería encender la luz pero sabía que si lo hacía lo echaría todo a perder porque podían vernos. Nos besamos sin decir nada. La escuché con aquel susurro que conocía tan bien decirme que me quitara el camisón, le hice caso temblando toda entera.

No voy a contar lo que pasó aquella primera vez porque eso ya pertenece a Angela y a mí, pero esa noche supe con certeza que siempre amaría a una mujer. Desapareció la aridez con que se comportaba durante el día, esa brusquedad de que hacía gala constantemente y apareció una dulzura que rozaba lo sublime. Luego, años más tarde y ya con más experiencia comprendí que no era su primera vez, pero lo pareció por la exquisitez con que me trató. Sé lo que es el sexo y que los más jóvenes ahora lo practican sin mayor problema, pero entonces era pecado y sucio y yo estaba encerrada en aquel convento porque los adultos habían pensado y creído que yo era sucia. Angela me enseñó que el sexo es amor y que no tiene nada de oscuro, al contrario, me mostró toda su belleza.

Durante tres años quise quedarme en aquel lugar sólo para poder estar con Angela, ella era todo mi mundo y la razón por la que yo ansiaba que llegara la noche. Fui tan feliz que lo hubiera gritado. Ella brillaba cuando me lanzaba una de sus miradas fugaces y yo quería abrazarla a todas horas. Pero se acercaba el momento en que yo debía hacer los votos y traspasar la frontera de novicia a monja... y no podía dejar que ese hecho sucediera. Una noche después de estar juntas, lo hablamos. Angela dijo que teníamos que salir de allí como fuera porque si yo finalmente era atrapada y me convertían en "madre" sería el final de nuestra esperanza. Como siempre fue ella quien supo lo que había que hacer, y cuando me lo contó nos reímos juntas porque era algo tan sencillo y obvio que ni habíamos reparado en ello. A mí me faltaba menos de un año para cumplir los 26 y con esa edad ya era mayor de edad en todos los sentidos y dejaba de estar bajo cualquier tutela incluída la de mi padre. Lo que es el cinismo de la propia vida: cuando por fín conseguí salir a la vida y a la calle me enteré que esa norma civil había sido rebajada hacía años y se había establecido en 23 para todas las mujeres. Pero yo no lo sabía y Angela tampoco porque allí dentro estábamos completamente fuera del mundo. Así que todo lo que teníamos que hacer era alargar los votos hasta después de cumplir los 26, y para eso faltaban varios meses todavía.

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