03 agosto 2006

REENCUENTRO CON ÁNGELA

No estoy segura, pero creo que habían pasado unos dos años o algo más cuando un día me crucé con alguien que hizo volviera mi cara para mirarla. Ella hizo lo mismo. Nos quedamos durante un instante paradas, sin saber muy bien qué hacer ni qué decir.

Yo había ido a Madrid aprovechando un viaje de Carmen en el que quiso la acompañara. Cuando ella descansaba en el hotel yo aprovechaba para pasear por sus calles, queriendo embeberme de todo lo que no había disfrutado durante años. Recuerdo una tarde en que llevaba rato dando vueltas, mirando escaparates, sin idea fija de dónde ir pero disfrutando de todo en que sentí ganas de ir al baño; sé que alguien se reirá al leerme pero tuve que volver al hotal porque fui incapaz de entrar en un bar yo sola. Los "peligros" de la "vida de fuera", metidos muy adentro como hierro candente hacían todavía mella en mí, y muchas veces tenía la sensación de ser una pecadora que acabaría en el infierno. Todavía por las noches tenía la necesidad de rezar antes de acostarme, aunque también es cierto que seguía con el enfado hacia ese Jesús que a veces parecía estar ausente cuando más falta hacía. Aún ahora sigo estando enfadada con él por muchas cosas.

Y uno de esos ratos de ocio fue cuando me encontré con Ángela. Estaba muy cambiada. Había perdido ese brillo que tenía en los ojos cuando ambas estábamos en el convento. Sentí que mi cuerpo bullía con un montón de sensaciones olvidadas... o eso creía yo. Cuando las dos decidimos "reconocernos" nos fundimos en un fuerte y hondo abrazo sin decir nada, abrazo que duró largo rato. Después nos miramos, a los ojos, diciéndonoslo todo.

Decidimos ir a una cafetería cercana, contarnos lo que nos había ocurrido durante ese tiempo distanciadas. Supe que ella lo había pasado aún peor que yo... fue trasladada a otro convento de la misma congregación y rebelada como estaba quisieron doblegarla: la violaron, dentro del convento y por las propias monjas. Su mirada mientras hablaba de todo ello se tornó extraña, dura, desviada. Hubo un momento en que no pude contener muchas cosas, muchas rabias por lo suyo y por lo mío, por lo pasado, por no haber podido protegerla y me eché a llorar. Pasó su mano por mi rostro sin decir nada. Su mirada se tornó mucho más oscura.

Al cabo de unas horas llamé a Carmen para ver si me necesitaba esa noche; dijo que no, que disfrutara de mi tiempo libre y que no me esperaría hasta la mañana siguiente. Ángela y yo dormimos juntas en un hotel. Nada volvió a ser igual. Ella había cambiado... y yo también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario